Neil Harbisson nació hace 31 años con una anomalía congénita que le impide ver los colores. Este artista catalán creció en un mundo en blanco y negro hasta que decidió cambiar las cosas usando la tecnología. Hoy siente como parte de su cuerpo al ojo cibernético que le permite ver los colores a través de sonidos. Tanto es así que ha creado la Fundación Cyborg, una organización que defiende que los seres humanos deben implantarse dispositivos electrónicos para extender o modificar sus sentidos y percepciones.

En su infancia evitaba hablar de colores. Estaba diagnosticado de daltonismo y hasta que cumplió los
11 años los médicos no se dieron cuenta de que no los confundía sino que directamente
no los veía. Pero él memorizaba algunas situaciones y a veces acertaba
cuando me preguntaban. Por ejemplo, sabía que el cielo era azul cuando estaba
despejado y sin nubes. El color de las frutas también lo solía acertar.

Su curiosidad me llevó a estudiar bachillerato artístico a pesar de no ver los colores.
 Era el menos adecuado para él, pero ahí aprendió la teoría del color. Se dio cuenta de
 que podía haber una relación muy interesante entre los colores y la música. Así que se fue a estudiar composición musical a Inglaterra. Allí, un día en una conferencia
 del ingeniero informático Adam Montandon. Les habló de cómo se puede usar la
 cibernética para extender los sentidos y mejorar nuestras habilidades. Y le propuso crear 
algo para que él pudiera percibir el color.

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La primera impresión fue fuerte porque el no sabía que el mundo era tan colorido. Aprendió las notas y 
el color que representaban y aprendió a diferenciar los colores básicos. Pero era mucha 
información de golpe. Un sentido nuevo. Además, se le bloqueaba el sentido del oído 
porque el primer eyeborg funcionaba con auriculares. Con el tiempo y poco a poco mi
cerebro fue adaptándose. Ahora forma parte de él y lo considera un nuevo sentido que
 ha bautizado como sonocromatismo.

Cómo mejoras al primer modelo que era una cámara web conectada a un ordenador de cinco kilos que llevaba en
la espalda y unos auriculares que me bloqueaban el sentido del oído, ahora es un chip
que va pegado a la parte de atrás de su cabeza, en la zona occipital, que hace vibrar
los huesos de mi cráneo por presión y así oigo los sonidos. Deja libre por lo tanto los
 oídos.
El chip transforma las frecuencias de las ondas de luz en ondas de sonido. Como la
frecuencia de los colores es muy aguda y no es audible por el oído humano, la bajamos
40 octavas. Así, el rojo es Fa, el verde el La, el azul es Do. Escucha 360 colores visibles 
dentro de una octava.